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martes, 4 de octubre de 2011


El Monasterio estaba ubicado camino a la cumbre de una montaña. Era un lugar solitario y la vivienda más cercana quedaba a más de diez kilómetros de distancia. Los monjes que la habitaban se dedicaban al estudio de Filosofía y al cultivo de alimentos para sus necesidades. En total lo habitaban treinta monjes.
Una mañana llegó un hombre a caballo trayendo un recado dela Superiorade un Convento distante. En él anunciaba que en treinta días le estaba enviando al Monasterio ala novicia Benitapara ser castigada por faltas graves.La Superiorasólo decía que eran faltas relacionadas con la carne.
El Gran Monje Luís los reunió a todos y dijo:
-Nos están enviando una novicia que ha cometido faltas graves para que nos encarguemos de castigarla. Según me he comunicado, la falta se debe a que se ha estado en situación íntima con su prima. Propongo que Juan, el monje más joven de este Monasterio sea el encargado de cumplir con el pedido.-
-Pero yo no he castigado nunca a nadie y menos a una novicia. No conozco el cuerpo femenino ni siquiera he visto una mujer desnuda en mi vida.- Dijo Juan.
¿Estamos de acuerdo que sea Juan quién castigue ala novicia Benita? Preguntó Luís a los demás asistentes.
Todos respondieron afirmativamente.
-Pero insisto, no sé nada de eso y como dije antes, ni siquiera he visto un cuerpo femenino más allá de las pantorrillas.-
-Se levanta el conciliábulo. Tú Juan quédate que te explicaré algunas cosas.- Ordenó el Gran Monje
-Primero debes saber que en este Monasterio hay un gran subsuelo en el cual hay algunas celdas para encerrar a las novicias díscolas. Además hay tres salas para aplicar los castigos necesarios. Por eso la Superiora la envía para aquí.-
-¿Y qué castigos he de aplicar?-
-Tú eres un estudioso. En la biblioteca hay dos libros dedicados a los castigos de mujeres durantela Edad Media.Perotambién hay otros más modernos aplicados en diversos casos. Allí encontrarás todo lo que necesites. En cuanto a los aparatos necesarios, las tres salas están repletas de ellos. No tendrás dificultad y si necesitas alguno más, lo compraremos.-
-Hay una infinidad de cosas que puedes hacerle. Un castigo que resulta interesante es suspenderla de un solo tobillo y castigarla en el nacimiento de las piernas, tú me entiendes. Quedan con un dolor importante por varios días.
-Pero todo eso es terrible. En lugar de castigos son verdaderas torturas. Además para eso deberá estar desnuda. ¿Cuánto tiempo deberá ser castigada?-
- Hasta que se arrepienta de lo hecho. ¿Seis meses? ¿Un año? ¿Tres? No se sabe.-
-¿Cuándo llega la novicia?-
-Todavía demorará un mes, tiempo suficiente para que estudies y se acondicione la celda en la que permanecerá encerrada.-
Juan buscó la bibliografía indicada y se puso a estudiar con rapidez. Siempre había sido muy cumplidor con las tareas que se le encomendaban. Los libros describían con mucho detalle cómo torturar a las mujeres que debían recibir castigos ejemplares, los instrumentos a usar y los daños que sufrían aquellas que eran sometidas a estos tormentos.
Además estudió Anatomía, en especial femenina, para hacer su tarea más eficientemente y conocer los órganos que serían objeto de los castigos que preparaba. Era la primera vez que tenía frente a sí fotos de detalladas de la vulva, el clítoris y demás partes femeninas.
Tenía sentimientos encontrados. Por un lado debía estudiarlos para hacer su tarea más eficiente, pero por otro el mirar esas fotos y sentir una erección, no era lo que se podía esperar.
 Buscó los instrumentos que se acumulaban en las salas y los acondicionó. Había un larga mesa que también oficiaba de potro. Imaginada a una joven mujer, desnuda y atada a dicha mesa, completamente indefensa. Lo excitaba.
 Tal como estaba previsto al mes del anuncio llegaba un carruaje portando a la desdichada novicia con los ojos vendados y sus manos atadas enla espalda. Juan, con la ayuda de quiénes la transportaban la llevaron a la celda del subsuelo yla encadenaron. Luegose dirigió a la oficina de Luís.
-Señor, nunca he visto las intimidades de una joven y por lo que he leído los castigos se le aplican en partes íntimas. ¿Usted me autoriza a hacerlo, e incluso desnudarla?-
-Efectivamente, tienes mi indulgencia pero recuerda que además de torturarla debes humillarla, hacerle sentir la vergüenza de lo que ha hecho.-
-¿Cómo cree que debo humillarla?-
-Violándola. La puedes tener atada, con las piernas separadas y los ojos vendados yla penetras. Recuerdaque es virgen por lo cual la primera vez aparecerá algo de sangre, pero es lo normal. Desvirgarla en una violación es lo más humillante para una novicia.-
-¿Usted me dice de violar a una novicia? ¿Está permitido semejante cosa?-
-No solamente está permitido sino que es una orden que yo te imparto. Debes no solamente desvirgar su vagina sino también su ano.-
-¿Por el ano también?-
-Así es. Debes usar su cuerpo para humillarla. Después del segundo día de permanencia aquí deberán comenzar los castigos sobre su cuerpo desnudo y justamente en sus partes íntimas. Te recomiendo que hagas lo siguiente para conocer mejor su cuerpo.-
-Ve a su celda, le quitas la venda de los ojos y le obligas ingerir esta pastilla. Ello te asegura que luego que se duerma, en unos quince minutos, permanecerá completamente dormida por tres o más horas. -
-En ese tiempo aprovecharás para quitarle las cadenas, cargarla hasta la mesa de madera de una de las salas y quitarle la ropa para estudiar su cuerpo. Antes que despierte la vestirás y la dejarás en la celda nuevamente.-
Juan se dirigió nuevamente a la celda y le quitó la venda de los ojos. Luego la obligó a tomar la pastilla. Unos minutos después la novicia Benita quedaba profundamente dormida. Le quitó las cadenas, la levantó en sus brazos y la llevó a la mesa. La acostó boca arriba. Le aflojó y abrió la camisa y le quitó el sostén.
Unas tetas jóvenes, turgentes aparecieron a sus ojos. Pensó en que pronto debería torturar esos hermosos senos, Se imaginaba a la novicia llorando y gimiendo mientras sus pechos eran cruelmente castigados.
Su delgada figura yacía, aunque parcialmente vestida, sobre la mesa. Quedó contemplando esas tetas. Era la primera vez que veía unos senos en su vida. Sintió una erección aunque trató de reprimir semejante impertinencia
Luego levantó la pollera y observó las bragas blancas. Lentamente acercó las manos temblorosas al elástico de la prenda y comenzó a sacarla. Separó luego las piernas para observar con detenimiento. Sabía que más tarde debería castigar también esa delicada parte.
Finalmente le quitó la totalidad de la ropa y la estudió con detalladamente las distintas partes de vulva y miró con cierta sorpresa, el agujerito de la uretra y el clítoris.
Luego la dio vuelta boca abajo para mirarle el culo. Esa parte también sería castigada lo mismo que agujero. Le dio lástima ser él el encargado de torturarla, pero era la misión que le habían encomendado y cumpliría con responsabilidadla tarea. Pensóen el momento que debería violarla y más tarde también penetrar ese agujerito que tenía entre los glúteos.
Pasó su mano por el culo, y en la entre piernas deslizó su mano hastala concha. Todosu cuerpo temblaba. Pensó que Luís debía estar al tanto de lo que sucedía. Se dirigió al despacho del Gran Monje.
-Le pido que me acompañe. La novicia está desnuda sobre la mesa y quiero cerciorarme que lo usted está de acuerdo en lo que debo hacerle.-
Luís acompañó a Juan a la sala en la cual yacía la Novicia.
-Como usted me indicó la desnudé para observarla con detalle. Penetrarla por el culo no será sencillo, ya que lo tiene apretado.
-No te preocupes por eso. Hay que lubricar la entrada y meterle un dilatador y luego la penetras por allí. Seguramente le dolerá pero lo más importante es humillarla fornicándola por el ano ¿Has visto su vulva?-
-Sí, la voltearé para que usted también la observe.-
Así lo hizo y separó las piernas dejando la entrada a la vagina expuesta.
-Es interesante poder observarla así. Te agradezco Juan que me hayas llamado ya que nunca he tenido un cuerpo a mi disposición.-
-Es realmente interesante observarlo ¿Usted insiste en que debo violarla?-
-Sí, por supuesto y quizás yo mismo tenga hacer el esfuerzo de fornicarla para que se sienta más humillada aun. Ahora vístela y no olvides afeitarle el pubis y los alrededores de la vulva.-
Luís se retiró y Juan, luego de tocar reiteradamente el cuerpo de la novicia, tanto las tetas como el pubis, la concha y los muslos, comenzó a vestirla. Durante todo el tiempo estuvo excitado. Luego la llevó nuevamente a la celda yla encadenó. Cuandodespertara recibiría el primer castigo.
Volvió luego de media hora. Benita estaba despierta y comprendió que comenzaría pronto su castigo. Juan, luego de quitarle las cadenas, le ordenó incorporarse. Le colocó unas esposas con las manos en la espalda y se encaminaron a una de las salas de castigo. Juan quería comenzar azotándole la espalda pero para eso la novicia debería quitarse la camisa y el sostén. Finalmente le colocó un collar metálico que pendía del techo, le vendó nuevamente los ojos le ordenó que se quitase la camisa y el corpiño.
No quería que el monje le viera sus senos pero parecía imposible resistirse. Obedeció. Entonces Juan, que se resistía mirar la desnudez de la novicia, le colocó las esposas pero esta vez por delante. Su espalda quedaba libre para comenzar.
Tomó un látigo de cuero trenzado y se ubicó detrás de Benita. Levantó el brazo, el látigo silbó en el aire e impactó en la espalda de la joven quién quiso moverse pero el collar le recordó su condición de desobediente. En el movimiento giró involuntariamente su cuerpo mostrando sus tetas turgentes y sus pezones rozagantes. Juan no pudo resistirse a mirar esas tetas. Se volvió para no mirar y una vez que la joven estaba nuevamente en posición, un nuevo azote golpeó la delicada piel de la espalda de Benita. Un prolongado gemido partió de su garganta.
Sabía que sería completamente inútil pedir clemencia o compasión. Sería azotada hasta que el monje considerara que era suficiente. Cuántos azotes recibiría. ¿Diez?, ¿Veinte? ¿Cincuenta?. Un nuevo impacto la trajo a la realidad.
Las tres marcas de su espalda se estaban hinchando. Ya eran un pequeño cordón que la cruzaba de lado a lado. Juan no se detuvo hasta que la espalda de la novicia estaba cubierta de rayas. Entonces se puso frente a ella. La agitada respiración le hacía subir y bajar las tetas con rapidez. Los pezones parecían más hinchados que nunca. La venda de sus ojos estaba mojada, inequívoca señal de sus lágrimas.
Recordó uno de los dibujos del libro de la edad media. Un hombre con unas tenazas en las manos apretaba el pezón con intenciones de arrancarlo. Un escalofrío recorrió la espina dorsal del monje con sólo pensarlo. ¡Si la novicia supiera la imagen que apareció ante su vista!. Le quitó las esposas y le alcanzó la ropa para que se cubriera. Una vez vestida, la volvió a esposar y le quitó el collar y se encaminaron a la celda. La joven se acostó boca abajo sobre un edredón mientras Juan le encadenaba su cuelo y tobillos nuevamente
Para el día siguiente el castigo consistiría en atarla a una columna muy fuertemente, permaneciendo varias horas completamente inmovilizada La condujo a la misma sala y la obligó a apoyar la espalda contra un grueso poste de madera. Todavía le dolían los latigazos del día anterior.
Le ató sus manos por detrás de la columna y  luego comenzó a pasar otra cuerda primero rodeando su cintura y luego todo su cuerpo amarrándolo a la columna. Al llegar a su cuello luego de arrollar con dos vueltas el mismo, continuó anudándolo detrás para luego pasar la misma cuerda por su boca y frente a sus ojos.
De esta manera Benita quedaba completamente inmovilizada, con la cuerda que mantenía su boca abierta y sus ojos cubiertos también por la soga. Juan se paró frente a ella. Las formas de la joven se apreciaban a través de la ropa. Pensó que en otra oportunidad la ataría también así pero completamente desnuda para admirar la belleza de sus curvas.
Benita debió permanecer el resto del día así. Luego fue llevada a su celda.
Su tercer día en el  monasterio sería inolvidable para ella. Fue conducida a una de las salas de castigo y Juan le ordenó quitarse toda la ropa, penda por prenda siguiendo sus indicaciones. Un rubor cubrió la cara dela joven. Sinembargo y a pesar de sus sentimientos de rechazo a hacerlo, cumplióla orden. Primerola camisa, luego el sostén, más tarde la falda y finalmente las bragas. Un triángulo de vello cubría su concha. Juan le indicó que se acostara en la mesa de castigos.
Primero un semicírculo de hierro fijó su cuello a la mesa. Siguieron piezas similares para fijarle los brazos cerca de los hombros y en las muñecas. Una gruesa correa rodeó su cintura y luego de pasar unas ranuras de la mesa se fijaban por debajo de la misma. Sus piernas también fueron amarradas, lo suficientemente separadas como para acceder a su sexo cómodamente. Benita nunca imaginó que podía ser sometida a esta humillación. Era consciente que su vulva estaba ligeramente abierta y expuesta a las miradas del monje. Estaba segura que el vello púbico sería insuficiente para ocultarla.
De acuerdo con lo que había estudiado, nada mejor que disponer de las conchas depiladas de aquellas que deberían ser castigadas. De inmediato enjabonó toda la zona con pelos y con una afilada navaja comenzó a afeitarla. Benita se sentía más humillada aun de sentirse totalmente expuesta y con su pubis y vecindades de su vulva carente de vello.
Una vez terminada la faena, Juan con cierto disimulo observó las partes depiladas. Sintió una excitación especial y quién hubiese observado su pantalón, podría advertir el bulto que crecía en su interior. Esta situación lo empujó más rápidamente a continuar con lo que tenía planeado.
Primero azotaría las tetas de Benita con unas disciplinas hasta dejarlas rojas y luego, vendándole los ojos, procedería a violarla.
Tomó las disciplinas, las levantó y observando esas tetas turgentes, bien formadas,  decidió azotarlas con fuerza y así lo hizo. Un prolongado gemido partió de la garganta de la novicia.
Las siete colas de las disciplinas habían dado de lleno en sus pechos. Casi de inmediato aparecieron marcas rojas sobre su blanca piel. Juan no se detuvo. Continuó el castigo hasta alcanzar el número de veinte azotes. Las tetas de la novicia estaban cubiertas de marcas rojas, sus pezones hinchados. Juan observó su obra. Estaba conforme.
Entonces procedió a afeitarle el pubis. Benita lloraba mientras la hoja de afeitar descubría más aun sus intimidades. Finalmente fue retirado todo el vello. Era el momento más esperado y más temido. Debería violarla. Se quitó la ropa y se ubicó sobre la muchacha.
-Tengo orden de violarte, de introducirme dentro de tus intimidades y desgarrar el himen. No quiero escuchar gemidos mientras lo hago.-
La reacción de Benita fue casi inmediata.
-¡No! ¡No puede hacerme eso! ¡Está prohibido!-
-Tengo la indulgencia de mis superiores. Cállate que no quiero escucharte.-
Benita comenzó a llorar. Esperaba castigos duros pero nunca una violación. Atada como estaba era imposible defenderse. Poco después sintió el glande en la entrada dela concha. Notuvo otra alternativa que resignarse. Juan era la primera vez que se cogía a una mujer y lo mismo le ocurría a Benita. Lentamente la fue penetrando y luego de romper el himen continuó hasta tenerla totalmente adentro. La muchacha lloraba en silencio.
Se detuvo un momento mientras la tenía clavada a fondo y luego comenzó el movimiento. A pesar de sus convicciones, ambos no demoraron en correrse, tal era la excitación y expectativa de ambos. Juan permaneció sobre la muchacha unos minutos y recién cuando su pija estaba completamente flácida, la retiró.
-Esto no es un castigo, es una monstruosidad lo que ha hecho.-
-El Gran Monje Luís me ordenó que la violara y no hago más que cumplir las órdenes. No solamente deberé torturarla físicamente sino también moralmente, por eso debe presentarse ante mí desnuda, exponiendo sus partes más íntimas sino que además debe entregar su cuerpo.-
Benita solo atinaba a llorar. Lo último que podía pensar era que sería violada por uno de los monjes del monasterio. Juan la desató y así desnuda como estaba la condujo a la celda.
Poco después el Gran Monje Luís se apersonó en la celda.
-Veo que has sido castigada y debes permanecer sin ropas.-
-Si me han azotado en la espalda y … en el pecho. Pero además he sufrido la humillación más grande que puede imaginar.-
-¿Cuál ha sido?-
-He sido violada.-
-Es parte de tu castigo y he ordenado a Juan que lo haga con frecuencia. Que debas acceder al coito no te eximirá de otros castigos. Yo personalmente supervisaré que todo se haga de acuerdo a lo previsto.-
-Yo creía que usted iba a reprobar que me violaran.-
-Al contrario, creo que es una práctica sana para las novicias que cometen actos graves. ¿Te ha sangrado con la rotura del himen?-
-No lo sé, pero creo que no.-
-Separa las piernas y muéstrame que quiero observar cómo está la vulva.-
-Me da mucha vergüenza mostrarle esa parte.-
-Imaginarás que debo saber todo lo que pasa en este monasterio. Quiero que abras las piernas y me muestres lo que tienes allí que se llama concha. Quiero que digas “Por favor míreme la concha y observe su estado”-
-¡No puedo decir eso!-
-¿Prefieres que diga a Juan que vuelva azotarte en las tetas hasta que lo repitas?-
-¡No! ¡Por Favor!-
-Tienes que decirlo, es una orden.-
-Por favor míreme… míreme… míreme la concha y observe su estado.-
-Así es como quiero que nos obedezcas a todos.-
Benita separó las piernas. Una pequeña mancha de sangre mojaban los labios vaginales.
-Tienes manchado de sangre. Efectivamente eras virgen.-
-¡Claro que era virgen! Nunca ha estado un hombre conmigo.-
-Deberás acostumbrarte durante el tiempo que dure tu castigo a someter tu cuerpo a la invasión de un pene en tu concha.-
A Benita se le humedecieron los ojos. Nunca pensó que sería tratada así.
Al día siguiente Juan condujo a la novicia a una de las salas y la ubicó en una camilla ginecológica. Le ató las piernas, bien separadas, exponiendo su concha y le fijó los brazos y el cuerpo para inmovilizarla. Tomó un algodón impregnado en alcohol y lo pasó por los labios dela vulva. Comenzaronlos gemidos de la novicia.
Luego tomando unas pinzas cocodrilo las colocó en cada uno de los labios exteriores y también en los interiores. La novicia gemía de dolor. Luego otras dos pinzas se ubicaron en los pezones.
-Esto te preparará para cuando deba penetrar esa concha nuevamente.-
-¿Me va a violar otra vez?-
-No será una violación sino que tú misma pedirás ser penetrada.-
-¡Eso nunca!-
-Es lo que crees.-
Juan fue en busca de una picana eléctrica y acercó la punta a la concha de Benita.
-Las descargas en la concha son horribles. Cuando quieras que detenga el castigo, me dices que ofreces la concha para que te penetre hasta el fondo y no más descargas.-
En ese momento la punta de la picana tocó una de las pinzas que apretaban uno de los labios interiores. La descarga hizo mover de manera convulsiva a Benita.
-¿Ves? Las descargas son terribles. ¿Quieres más descargas o prefieres pedirme que te coja?-
Menudo dilema el de Benita. Se demoró pensando qué hacer, cuando una nueva descarga hizo temblar su cuerpo. No se resistió más.
-Monje Juan, le pido que cesen los castigos. A cambio le ofrezco mi cuerpo para… para… ser usado.-
-¿Me pides fornicar?-
-Sí a cambio de que no me castigue con ese aparato.-
-Acepto la propuesta. ¿Has visto que tú misma me has pedido fornicar?-
Benita no contestó. Juan la desató de la camilla y acostándola sobre una colchoneta le ordenó separar las piernas, cosa que la muchacha hizo de inmediato. Le quitó todas las pinzas
La penetración fue lenta. La concha no tenía preparación previa y estaba seca, pero a fuerza de empujar, fue penetrando lentamente. A pesar de sus sentimientos de ser sometida, Benita estaba experimentando sensaciones nuevas que nunca imaginó. Poco después ella también se corría con un fuerte espasmo.
El resto del día permaneció en la celda, desnuda y encadenada. Meditó largamente sobre lo que estaba ocurriendo.
Si bien había sido forzada, no podía negar que una sensación de tranquilidad la embargó luego de correrse. Recorrió mentalmente todo lo que había estudiado en el noviciado y algunas cosas ahora le parecían casi absurdas. ¿Por qué privar a la mujer de gozar del sexo? Esperaba que la próxima vez que fuera penetrada, lo haría de manera más natural y relajada.
Ahora le importaba menos estar desnuda delante de Juan o Luís. Su desnudez comenzó a serle algo natural. ¿No venimos así al Mundo? Le hubiese gustado en ese momento tener un hombre desnudo frente suyo y poder ver la pija dura, ver cómo era, poder tocarla.
La voluntad de Benita estaba siendo destruida. Aceptaba que Juan le diera órdenes y ella las cumplía, aun las más degradantes. Sin embargo quizás la mayor fue en la mañana siguiente.
Juan entró en la celda y le quitó las cadenas, luego la condujo a la sala de castigos.
-Novicia, ahora me pedirás que te sodomice. Recuerda que si te niegas recibirás algunos castigos que serán inolvidables.-
-¡No puedo soportar más torturas!-
-Entonces sabes lo que debes hacer: repetir “Monje Juan, le pido que sodomice el cuerpo de esta novicia rebelde”.-
-¡No puedo decir eso!-
-¿Prefieres que te torture hasta que no lo puedas soportar más?-
-No, no, por favor. Mi cuerpo está lleno de marcas, no me torture más.-
-Ya sabes lo que debes hacer.-
-Monje Juan, le pido que me sodomice.-
Juan la obligó a doblarse sobre un caballete, dejando su culo expuesto y le lubricó la entrada del culo. Conciente de lo que le esperaba se relajó todo lo posible mientras exponía el ano mientras unas gotas de vaselina lubricabanla entrada. Pocodespués el glande pugnaba por entrar en el estrecho agujero y el olmo bastión de la novicia caía frente a su torturador. Ya ni siquiera su culo era virgen.
Un tiempo antes Benita no hubiera podido contener las lágrimas por lo que le estaba sucediendo, pero ahora cuando debía separar sus piernas para ser penetrada por la concha ya no sentía repulsión, por el contrario comenzaba a gozar de recibirla por la vagina, pero la penetración por el culo era más de lo que podía suponer.
Juan, con movimientos acompasados llegó al orgasmo, dejando la leche en el interior de Benita. Así permaneció unos minutos hasta que retiró la pija del culo dela novicia. Pocodespués escuchó que Luís se acercaba
-Dime Juan, ¿ya has sodomizado a la novicia?-
-Acabo de hacerlo. Todavía tiene el agujero dilatado.-
-He probado algún culo pero nunca uno femenino. Veré si es muy distinto del que he usado otras veces.-
-Será bueno que me de su opinión. Yo lo encontré muy apretado.-
Luís se bajó los pantalones y a continuación también penetró a Benita por el culo. Luego de correrse comentó:
-Efectivamente está apretado. Es un buen culo para cogerse. Creo que debes hacerlo con frecuencia.-
Juan asintió con la cabeza mientras procedía a desatarla del caballete para conducirla nuevamente a la celda.
Los castigos eran siempre seguidos de polvos, generalmente en la vagina aunque algunos eran por el culo. Por ese motivo Benita ya no se sentía el dolor cuando era castigada, sino que pensaba en lo que luego vendría. Disfrutar del polvo lo compensaba.
Unos días después fue colgada de sus muñecas. Sus pies estaban a escasos veinte centímetros del piso. Juan se acercó portando cuatro modelos de látigos que usaría sobrela novicia. Tomóen sus manos una fusta.
El culo sería el destinatario de los primeros azotes. Empuñó con firmeza la vara y con todas sus fuerzas lo descargó contra las nalgas de la novicia. Un fuerte gemido llegó el lugar. Estaba decidido a azotarla hasta que todo su cuerpo quedara cubierto de marcas. Ese sólo era el comienzo.
Luego de los veinte azotes en el culo con la fusta, tomó un látigo de cuero trenzado. Con él castigaría la espalda, pero debido a la longitud de la cola también marcaba el vientre. Otra veintena de azotes. Luego tomando otro látigo de cuero, pero con nudos cada cinco centímetros se dispuso a castigar la parte delantera de la joven, desde el vientre hasta arriba de las tetas. Cada impacto dejaba una línea roja con puntos más grandes en las ubicaciones de los nudos.
Debido a la extensión a castigar allí descargó cerca de cincuenta azotes. Benita ya ni gemía. Estaba exhausta. Aun faltaban las piernas. Para ello Juan decidió usar unas disciplinas. Le dio un movimiento giratorio al cuerpo de la novicia de manera tal que los azotes caían ora en la parte delantera, ora en el costado, ora atrás. Cuando consideró que estaba suficientemente marcada, meditó acerca si convenía o no azotarla entre las piernas, directo en la concha.
En los días sucesivos debió soportar ser azotada mientras estaba colgada de sus tobillos, montar caballetes, tener sus tetas comprimidas, etc. Juan se había convertido en un experto en eso de castigar mujeres. Además era diariamente cogida, la mayoría de las veces por la concha y otras por el culo Todas las noches, durante la cena de los monjes, debía informar qué castigo se le había aplicado a la novicia y qué comentarios merecían hacerse.
Todos estaban de acuerdo que Juan estaba cumpliendo con su deber muy adecuadamente. La novicia debía continuar en el subsuelo siendo castigada.
Aproximadamente un mes desde su ingreso el cuerpo de Benita estaba con marcas de todo tipo. A partir de ese momento debió presentarse todas las noches, a la hora de la cena de los monjes, desnuda, mostrando las marcas recibidas en el día.
Pasaron más de seis meses desde el ingreso de la novicia a las celdas del Monasterio. Había sufrido todo tipo de torturas, incluyendo las más crueles ya fuera con los viejos instrumentos o los más modernos. Las marcas cubrían por completo su cuerpo. La parte menos castigada había resultado su concha, ya que Juan no quería privarse de su uso.La misma Benitaagradecía que esa parte no fuera el destino tormentos para así poder gozar de las penetraciones diarias.
Una mañana llegó la superiora del convento del cual provenía Benita. Quería confirmar que aun faltaba tiempo para su real arrepentimiento.
Superora: Buen día Hermano Luís. ¿Benita no se ha arrepentido todavía?.
Luís. Creo que no. Todo está en manos del hermano Juan.
-¿Puedo verla? Quiero conversar con ella.
Luís: No hay inconveniente. Acompáñeme.
Se dirigieron a la sala de castigo. Allí estaba Benita suspendida de sus muñecas mientras era azotada en todo su cuerpo con un látigo. De su concha corrí un hilo de leche producto de una reciente violación. Podía observarse, en su cuerpo desnudo, las innumerables marcas de todos los castigos recibidos.
-¡Pero qué es esto! ¡La novicia desnuda delante de los Monjes! ¡Y con signos de haber sido violada! ¡Esto no se puede permitir!-
-Cálmese Hermana. Benita debe ser castigada por la falta cometida. El hermano Juan lo está haciendo muy bien. Estimamos que en unos 6 meses más Benita se habrá arrepentido.
-¡Ella no permanecerá aquí ni un instante más! Tráiganle ropa y se volverá al Convento conmigo.-
-Como usted quiera.  ¡Juan! , desátala y que se cubra con alguna ropa.-
-¡Con la ropa que usa todos los días!-, indicó la Superiora
-Todos los días desde que llegó permaneció desnuda. ¿Quiere llevarla desnuda?-
-¡Basta ya! Vamos Benita. Nunca pensé que ocurriría esto.-
Fue Benita entonces la que intervino:
-Madre Superiora. No quiero irme de este Monasterio. Es cierto que me castigan a diario pero también tengo mi recompensa. Me penetran a diario y Juan deja su leche dentro de mí. Menos frecuentemente el Gran Monje Luís también me penetra.
-¡Esto es inaudito! Primero que mi novicia es violada y permanece desnuda delante de los hombres y luego que no quiere regresar al convento.-
-No Madre, quiero permanecer aquí. Renuncio a los hábitos y deseo complacer a los monjes.-
-Luís, No permita semejante cosa.-
-Disculpe usted Superiora, pero si ella quiere permanecer aquí, nosotros no podemos oponernos, especialmente si desea complacer nuestros deseos.-
La Madre Superiora, completamente desconcertada, se retiró de la sala y abordó el carruaje que la había traído. Casi no daba crédito a lo que había visto y oído, pero era muy difícil cambiar esta situación. El Gran Monje Luís era muy respetado en toda la comunidad.
Por su parte, Luís y Juan se alegraron de la decisión de Benita. Se acordó que no recibiría más castigos. Fue el mismo Luís quién fue a comunicárselo a la ex novicia.
-En vista de tu decisión de permanecer aquí, no te castigaremos más y prestarás tus servicios a todos los monjes de este Monasterio.-
-No me molesta recibir algunos castigos, en especial algunos azotes en el culo, ya que eso me calienta un poco y podré servirlos mejor.-
-¿Y qué me dices de otros castigos?-
-Los que quieran mientras dejen mi concha y ano en condiciones de recibir pollas.-
-Eso me alegra. Lo comunicaremos a todos los monjes en la cena de esta noche, que desde el día de hoy compartirás con todos nosotros. Permanecerás desnuda como siempre.-
-Es un honor compartir la cena con ustedes. En cuanto a mis servicios, no se arrepentirán…

lunes, 3 de octubre de 2011

RELATO JULIA

¿Quién lo iba a decir? Con lo serio y modosito que siempre había sido. Era el último del que hubiera sospechado un comportamiento así. De hecho, cuando entre en la sala donde celebrában su despedida de soltero, Beto parecía el más sereno. Los demás íban ya bien cargados y cuando comenze a bailar desprendiendome de la ropa, todos reaccionaron como buitres jajaja , gritándome cada cosa y acariciando mi escultural y bien depilada anatomía cada vez que me les acercaba. Cuando me coloque  delante de Diana, como invitada de honor que era, para completar el striptease, ella simplemente sonrío alzo azorada.
Pero, de repente, cuando el macizo se desprendió del tanga rojo y dejo al aire aquella manguera –no me extraña que actuara vestido de bombero-, Diana la miró fijamente, la agarró y se la metió en la boca sin más contemplaciones. Admito que nos cogió a todas por sorpresa, pero íbamos tan lanzadas que sólo acertamos a animarla.
Como una experta mamona chupó, lamió y mordisqueó aquel pedazo de carne que, si al principio estaba sólo ligeramente morcillona, con el tratamiento que le propició la futura casada no tardó en endurecerse como un hierro, alcanzando un tamaño aún más sorprendente. No importó, Diana era capaz de introducírsela completamente en la boca. El glande debía de pegarle contra la campanilla cada vez que sus labios rozaban el rasurado pubis del boy.
Éste, que en un primer momento la siguió el juego, no dejó de sorprenderse de la pasión que ella ponía en una desbocada felación que más bien parecía la adoración religiosa de su nabo. Estaba acostumbrado a controlar la situación, y por regla general las destinatarias de sus eróticos bailes se mostraban más bien cohibidas, en ocasiones incómodas, y tendentes a esquivar su polla cuando lo acercaba al rostro en vez de lanzarse a comérselo como hizo Diana.
Sujetándola por la base con una mano, la lengua de la prometida se deslizó por la venosa superficie de aquella porra palpitante barnizándola con su saliva, mezclada con el líquido preseminal que el propio miembro ya escupía; luego introdujo el capullo en la boca al tiempo que la pajeó con la mano, para finalmente recorrer con sus labios toda la larga extensión del grueso fuste. Mientras, con su otra mano masajeaba las tensas pelotas del tío, estrujaba y estiraba la rugosa piel del escroto y se deslizaba por el perineo para acabar estimulando el ano, donde finalmente introdujo su dedo corazón.
Mamó y masturbó sin piedad aquel congestionado pedazo de carne hinchado de sangre, mientras nosotras, sus amigas, jaleábamos para que continuara. Finalmente el tipo, desbordado, no aguantó más y se corrió como un auténtico manantial. El chorro de esperma desbordó la boca de Diana, emergiendo de sus comisuras y resbalando por la barbilla. Tendríais que haber visto su cara de felicidad, empapada de leche, con la mandíbula casi dislocada y un brillo especial que la mirada que dirigió a su sorprendido "regalo" de despedida. Estoy segura que la muy zorra se corrió al mismo tiempo que él.
Fue una pena que su prometido se enterara. Debería decir que lo lamento, pero para ser sincera la ruptura de su compromiso me dio la oportunidad de cazar al desconsolado novio, quien para todas siempre había tenido el mejor polvazo del lugar.
Me pregunto quién grabaría aquella actuación con el móvil y quién lo colgaría después en internet.

sábado, 1 de octubre de 2011

¿Cúal la máxima capacidad de placer de una mujer?













LA MUJER INSACIABLE.
Elena estaba contenta. Femme había venido a verla, y aunque ella decía que estaba un poco producida, en nada se notaba. Era una mina con un lomo bárbaro. Debía hacer los honores a la hispano- francesa. La vio más relajada, cuando pasó por su habitación a buscarla.
Estaba muy linda con un vestidito sin hombros que descansaba en las lolas duras. La pollera por encima de las rodillas dejaba ver las piernas torneadas.
"No te pongas taco muy alto, que tendremos que caminar"- le sugirió.
Se montaron en el coche que descapotó, el humo había desaparecido hasta el próximo cambio de viento.
La llevó a Caminito, la Costanera, los jardines de Palermo y vuelta al centro, metió el vehiculo en un garaje por horas.
No habían parado de hablar, por un lado los comentarios de lo que veían, por otro lo que le chocaba a la gallega, sobre todo los colectivos con sus humos y desorden. Elena le cantó una vieja canción de los Luthiers : "Somos los colectiveros". Rieron juntas. Pero la argentina quería saber lo que había pasado con su suegro. Le conocía bien, siempre polla en ristre , el mejor cliente de la Viagra, procurando rozarla y toquetearla. La verdad que eso la excitaba, pero le picaba la curiosidad de cómo veía el tema su compañera.
"Harrison Ford no es, ni el Sean Connery, pero pone vocación y ganas. Y vale para un desfogue"- explicó Femme.
Entraron en el Tortoni y tomaron un cortado en jarrito, descasaron un rato y volvieron a la calle. La avenida de Mayo con sus restaurantes españoles, en los que se peleaban los partidarios de uno y otro bando durante la Guerra Civil de la Península. El hotel donde se alojó Lorca, y luego a Corrientes.
Femme se quedó maravillada de las librerías de restos de edición, comprando libros como una loca, y maravillada por los Multiteatros. Elena le aclaró que en los fines de semana , en Buenos Aires ponen más de 200 obras diferentes, mucho más que en Nueva York o en Londres.
La tarde caía era hora de volver a casa.
La argentina sabía que Femme andaba buscando a su marido, el Bueno Pá Tó, como le llamaba. No le importaba compartirlo, siempre que pudiera hacer el amor con la española, pero también sabía que a esta, no le llamaban los juegos lésbicos, así que tendría que ir con cuidado. Pero tenía claro que la mujer no se le escapaba, su espíritu de felina depredadora estaba en marcha, y porque no decirlo, de tanto mirarla y oírla, en su concha notaba esa sensación que era preludio de líquidos sensuales.
Dejaron el coche en el aparcamiento de la casa, a la extranjera le había chocado la cantidad de parking por horas de la ciudad, y se fueron a sentar en la terraza de la Biela. Era una insinuación, el lugar donde ella y Julia esperaban a su amante.
"Creo que estoy poco sensual, espera y si viene el mozo me pide un chop de cerveza"- dijo Elena , mientras se levantaba para ir a los baños. Se quitó el corpiño, se desató tres botones de la blusa, dejando ver algo más que el canal de sus senos, se pellizcó los pezones para que quedaran erguidos, y salió junto a su amiga.
" Hostias, pareces un pendón desorejado. Tienes casi todas las tetas al aire"
" Me encanta poner cachondos a los tíos, y a mi marido le pone también, verme super deseada"
Femme ni lo pensó, en un segundo bajó el escote del vestido quedando sólo cubiertos los pezones erectos. Metió la mano en la falda , se quitó la bombacha y la guardó en la cartera. Después hizo un cruce de piernas dejando casi todos los muslos a la vista.
" A puta no me ganas"- Elena recordó lo competitiva que era la española, dándose cuenta que era un punto débil por el que atacar.
Eran el objeto de todas las miradas masculinas, ambas se excitaban con la excitación que producían.
Elena llevó la conversación al hombre por el que se habían conocido. Intentó que la gallega le viera como le veía ella, sensible, tímido, oculto tras un falo enorme y disparador, que ocultaba sus sentimientos de niño malo.
Siempre había pensado que podían llegar a ser una pareja perfecta , como Cortés y Malinche , pero con el sexo cambiado.
Elena vio llegar a su marido, la presentación a Femme fue divertida. Esta no esperaba un hombre así, en los primeros cuarenta, con un cuerpo que dejaba ver que hacía natación pero que también le gustaba comer y beber, una cara de sabio despistado, donde los ojos tras los lentes brillaban plenos de inteligencia.
A Lalo , su compatriota le impresionó. Nada más verla decidió tirársela. No le quitaba los ojos de las tetas apenas cubiertas por la tela del vestido. Elena que le conocía muy bien, sabía que le excitaba aún más la pinta de tigresa que tenía.
Por eso no se extrañó cuando para saludarla la besó en la boca. No un piquito, un beso de labio y lengua . Femme quedó con el aliento entrecortado, no se lo esperaba. Pero no se cortó.
"¿ Te importa?"- preguntó a Elena, y sin esperar contestación, agarró al hombre y lo besó, restregándose como una boa en el árbol, con tanto ardor que el vestido sujeto por los senos, bajó dejándolos al descubierto.
Femme sólo se dio cuenta de su estado, cuando un aplauso sonó en la Recoleta. Era un espectáculo aquel cuerpo hermoso semidesnudo.
Se cubrió y propuso ir a casa. Elena se quedó pagando, llegó al apartamento tan solo unos minutos después de ellos, y apenas entró, oyó los jadeos y voces de la española.
Su marido tumbado en el suelo, con los pantalones bajados tenía ensartada a la mujer que montada en él, se movía como una posesa, a un ritmo trepidante. Chillaba "follame", " rómpeme" "soy tu puta", en fin esas lindezas subidas de tono que decimos las mujeres cuando nos cogen bien.
Se desnudó y empezó a masturbarse viendo el show porno, sus dedos buscaron su clítoris, le gustaba Femme y la iba a comer hasta que pidiera piedad.
Admiró la habilidad y resistencia de Lalo , que pese a la bestialidad de la española, estuvo una media hora con el mete saca. Pero todo tiene su termino, Elena se había ido dos veces, su amiga un número indeterminado, pero no menos de cuatro, cuando el aullido de esta: " ASÍ , TODA LA LECHE DENTRO, GUARRO" casi rompe los cristales.
Se separó del hombre desencajada, miró a la argentina con hambre, la empujó para tirarla en el suelo, y se lanzó sobre ella. Elena comenzó a lamer el sexo de la mujer, todavía chorreante del semen de su marido, y a gozar de la boca que devoraba su concha.
No supo cuantos orgasmos tuvo, pero la española pedía más. Elena había tragado los fluidos de la cogida anterior, y ahora eran los de la mujer los que lamía. Era una fuente. La oyó pedir: "POR EL CULO"
Cuando su marido la penetró por el orificio angosto, sintió el golpe de los huevos en la cara. Decidió castigarla y casi sin miramientos, metió en su concha cuatro dedos, después el puño, y sin darse cuenta tenía dentro hasta la muñeca. Notaba la verga del hombre contra su mano a través de la carne que separaba lo trasero y delantero.
No supo cuando tiempo estuvieron, al descansar en la cama se dio cuenta que nunca había estado en semejante situación.

Elena se acurrucó en los brazos de su marido, en la pantalla : "El hombre que sabía demasiado".
-" La verdad es que el maestro Don Alfredo hizo una joya sacando partido de una actriz tan mala como Doris Day. Fíjate en que en la primera parte de la película no ocurre nada, sólo ves una pareja medio tonta con un niño impertinente"
Lalo siguió hablando, quizás el film le tocaba algo profundo, ellos y un accidente con el que no contaban: la española ardorosa.
" La verdad es que mi padre es el que ha resuelto el problema. Yo ya no podía más . Y él que es un viejo verde vicioso, tampoco. Los tres primeros días fue como una bomba, pero luego era como un martirio sexual. Lo de utilizar sus contactos en la red de la guerrilla para enviarla a México, ha sido la solución. Y el hijo de puta del viejo, encima la ha teñido de pelirroja. Creo que Sonora se llevará una agradable sorpresa cuando le llegue el paquete de la chica. A lo mejor él puede con ella, hace falta mucho macho para tanta hembra"
"Qué será , será"- cantaba la empalagosa rubia, mientras Elena pensaba en la poca fuerza de los hombres, las mujeres tienen mucha más capacidad de placer.

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